Civilización Hebrea
Civilización Hebrea
Los hebreos fueron un antiguo pueblo semita, originario de la Mesopotamia, que terminaría asentándose en la región de Palestina, perteneciente actualmente al Estado de Israel. La historia hebrea es sin embargo muy anterior y será explicada a continuación. Los relatos de la Biblia son las principales fuentes que dan cuenta de la historia hebrea, aunque existen otras, ya sean archivos escritos de otros pueblos o las tradiciones orales del pueblo judío, que aportan valiosa información sobre el desarrollo de esta cultura. Cabe aclarar que utilizaremos aquí los términos hebreo y judío como sinónimos, aunque recalcamos que normalmente “hebreo“ refiere al aspecto étnico y “judío” al religioso.
Historia
En sus orígenes los hebreos habitaban la región de Ur, en el valle de la Mesopotamia. Hacia el 2000 a.c. migraron a la zona del Canaán, situada entre el Mediterráneo y el río Jordán, que abarcaba la parte norte del creciente fértil. Actualmente el territorio corresponde a Israel, Palestina (Cisjordania y Franja de Gaza), el oeste de Jordania y algunos territorios de Líbano y Siria. La palabra hebreo significa “el que viene de más allá del Éufrates”, y fue el nombre que los nativos le dieron a los nuevos pobladores judíos, que avanzaban llevando sus rebaños.
La historia inicial de los hebreos puede dividirse en tres períodos: el período de los patriarcas, que abarca las historias de Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés y el éxodo de Egipto; el período de los Jueces, que inicia tras la muerte de Moisés, la conquista de la tierra prometida al mando de Josué y el primer asentamiento de los hebreos como nación; y el período de los reyes, con mayor unidad y organización, en el que gobernaron monarcas poderosos como Saúl, David y Salomón.
- Período de los patriarcas -
Durante esta época, los hebreos estaban organizados en grupos familiares o clanes, dirigidos por el más anciano, a quien se denominaba patriarca. El patriarca, además de máxima autoridad, era juez, sacerdote y jefe de ejército. Los patriarcas más destacados fueron Abraham, Isaac, Jacob, José y Moisés.
El primer patriarca fue Abraham, nacido en Ur, casado con Sara. Según la Biblia, a los 75 años oyó a Dios, quien le ordenó abandonar Ur y conducir al pueblo judío a Canaán o “tierra prometida”. Los especialistas especulan que dicho episodio habría ocurrido hacia el 2050 a.c., durante el reinado de Hammurabi en Babilonia.
El sucesor de Abraham como patriarca fue su hijo Isaac, casado con Rebeca. El matrimonio procreó mellizos, uno de los cuales fue Jacob, tercer patriarca del pueblo judío.
Jacob se casó en Caldea con Lea y luego migró hacia Palestina. Se lo conocía también como Israel, cuyo nombre significa “el que luchó con Dios”. Jacob tuvo doce hijos, que fueron los fundadores de las doce tribus de Israel. El preferido de su padre fue siempre José, lo que despertó fuerte celos por parte de sus hermanos. Éstos lo vendieron a unos mercaderes, que lo entregaron a su vez a un alto funcionario egipcio. José logró interpretar correctamente un sueño del faraón Apopi, en el que siete vacas gordas eran devoradas por siete vacas flacas. José consideró, acertadamente, que esto vaticinaba siete años de abundancia seguidos por siete años de sequía y escasez. Asombrado y satisfecho con la interpretación, que le permitiría al pueblo egipcio resguerdarse para los años malos venideros, el faraón nombró a José su ministro.
Los años de hambruna y miseria efectivamente llegaron y azotaron no solo a Egipto sino a toda la región mesopotámica. Los hermanos de José se trasladaron entonces a Egipto en busca de alimentos. El piadoso José los reconoció y perdonó, permiténdoles asentarse en el delta del Nilo junto con su padre Jacob.
Los judíos trabajaron en un comienzo para los egipcios, pero con el tiempo es probable que pasaran a formar parte del sistema de Corvea, que implicaba que aquellos que no lograban pagar los tributos correspondientes con sus cosechas debían hacerlo trabajando para el faraón. La deuda de Corvea era heredada por los descendientes. Esto, sumado a la desconfianza que generaba la exponencial multiplicación de los israelitas en tierra egipcia, derivó paulatinamente en un sistema de esclavitud. Los judíos fueron obligados a realizar trabajos forzados para la construcción de templos egipcios, palacios, caminos, pirámides, etc. Cuenta la Biblia que ante el incremento del número de judíos en la región, un faraón ordenó que se matara a todos los primogénitos hebreos. Para salvar la vida de su pequeño, una madre judía escondió a su hijo en una cesta y lo dejó a orillas del Nilo. En aquel lugar solía bañarse la hija del faraón, quien encontró y rescató al niño. Lo llamó Moisés, cuyo significado es “salvado de las aguas”. Fue criado como hijo de la princesa y hermano menor del futuro faraón.
Según el relato bíblico, en su juventud Moisés mató a un capataz egipcio, al ver la brutalidad con la que trataba a los esclavos hebreos. Este hecho obligó a Moisés a abandonar Egipto y refugiarse en Maidán, donde vivió cuarenta años. Allí se casó con Séfora y tuvo un hijo llamado Gersón.
Un día Dios se le apareció a Moisés y le ordenó liberar a los hijos de Israel de la opresión egipcia. Obediente, Moisés regresó a Egipto, donde fue recibido por el faraón. Tras varias hazañas y proezas realizadas por Moisés, incluyendo el azote de diez plagas sobre tierra egipcia, el faraón permitió la liberación de los hebreos, quienes reconocieron en Moisés al enviado de Dios y lo siguieron, iniciando el emblemático Éxodo a través del desierto hacia la tierra prometida, que según la Biblia duraría cuarenta años. Durante la travesía, en el monte Sinaí, Moisés recibió nuevamente la palabra de Dios, quien le comunicó los diez mandamientos, plasmados en las Tablas de la Ley. Así termina de consolidarse el monoteísmo religioso, ya que uno de los mandamientos indica: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”.
Según el relato bíblico este episodio ocurrió aproximadamente en el 1450 a.c., 480 años antes de la fundación del templo de Salomón en Jerusalén. Sin embargo, en el mismo texto también se asegura que los judíos trabajaron como esclavos en la construcción de una ciudad llamada Rameses, presumiblemente Pi Ramsés, construída por el faraón Ramsés II en el siglo XIII a.c., lo que situaría su datación varios siglos antes.
- Período de los jueces -
Moisés murió antes de que el pueblo judío llegase al Canaán. Por entonces, la tierra estaba ocupada por otras comunidades. Josué, escogido como sucesor de Moisés, comandó a los hebreos en la conquista de las tierras del Canaán. Tras apoderarse de la mayor parte del territorio, éste fue dividido entre las doce tribus originales. Los israelitas se asentaron allí formando pueblos y ciudades. Los gobernantes de este período fueron llamados jueces. Entre ellos destacan Débora, mujer y profetisa, Gadeón, Jefté, Sansón y Samuel.
Débora fue la única jueza mujer, y sus profecías y sabios consejos permitieron a los líderes guerreros judíos ganar muchas batallas. Su mano derecha y aliado fue el general y conquistador Barak.
Probablemente uno de los más conocidos jueces fue Sansón, famoso en la cultura popular por poseer una fuerza sobrenatural, que provenía de su cabello. Sansón lideró la guerra contra el pueblo filisteo, el mayor enemigo de los judíos por entonces. Como estrategia para debilitarlos, fingió unirse a ellos, tomando por esposa a una mujer filistea llamada Dalila. Sin embargo, terminó por enamorarse de ella y, tras mucha insistencia por parte de la mujer, le reveló que su cabello era el origen de su gran fuerza. Considerando que Sansón era la mayor amenaza para su pueblo de origen, Dalila lo traicionó y cortó su pelo él mientras dormía. Debilitado, fue capturado y cegado por los filisteos. Lo encerraron en prisión hasta el momento de su ejecución, pero durante el tiempo de encierro su cabello creció y su fuerza regresó. Un día los filisteos organizaron un ritual religioso para agradecer a su dios por haberles entregado a su mayor enemigo, e hicieron traer a Sansón al lugar como símbolo de la victoria filistea. Ante todos los presentes, Sansón derribó las columnas del templo donde se encontraban, haciendo colapsar la edificación y matando a todos los que allí se encontraban, incluído él mismo.
Samuel fue el último juez. Según la Biblia, el pueblo judío, que había pasado ya largo tiempo sin un verdadero liderazgo central, pidió al sabio Samuel que designara un rey para que los gobierne. Dios dio el visto bueno a Samuel para que lo haga. Samuel fue juez durante trece años, y durante los últimos dos nombró a Saúl rey de los judíos y gobernó a su lado hasta el día de su muerte.
- Período de los reyes -
La unión de los israelitas bajo el mando de un rey fue imporante para afianzar la unidad del pueblo y la defensa de las fronteras, que eran atacadas por filisteos y los pueblos nómadas del desierto. Saúl, primer rey y gran guerrero, organizó un ejército que logró asegurar las fronteras y permitió a los hebreos vivir en paz.
Saúl fue sucedido por David, segundo rey legítimo del reino israelita (aunque Isboet, hijo de Saúl, gobernó dos años en el norte proclamado por el ejército, hasta que fue asesinado). David adquirió renombre al matar a un gigantesco guerrero filisteo llamado Goliat. Fue un profeta, gran luchador y el verdadero creador del reino hebreo. Formó un poderoso ejército, con el que logró unificar y expandir todo el territorio hebreo, conquistando grandes tierras desde el Río Éufrates hasta el Mar Rojo, a excepción de Fenicia. Fundó la capital del reino sobre los restos de la antigua ciudad de Jebús, llamándola Jerusalén. Esta ciudad se convirtió en símbolo de la unidad política y religiosa del pueblo judío. David condujo el Arca de la Alianza a la ciudad de Jerusalén; se trataba de un cofre de cedro donde los hebreos habían guardado las Tablas de la Ley, que contenían los diez mandamientos revelados por Dios a Moisés.
La unidad del Reino de Israel se mantuvo, aunque fue turbada en ocasiones por conspiraciones palaciegas. Una de ellas fue la encabezada por Absalón, hijo de David, quien se sublevó contra su padre con el objetivo de derrocarlo. Los mercenarios de David terminaron por matar a Absalón, provocando una enorme pena para el rey judío.
A su muerte, David fue sucecido por Salomón, su hijo predilecto. Reinó durante cuatro décadas, posiblemente entre los años 965 y 928 a.c. Durante su reinado la economía prosperó mucho y hubo un auge de la actividad comercial, entablando relaciones de intercambio con pueblos desde Fenicia hasta la India. Esto permitió el embellecimiento de Jerusalén, construyendo grandes obras, entre ellas el Templo de Jerusalén (conocido también como Templo de Salomón). El mismo fue edificado, por órdenes del rey, sobre el lugar donde se encontraba depositada el Arca de la Alianza. El primer Templo de Jerusalén, principal lugar de culto judío, fue destruído en el año 587 a.c. por el rey de Babilonia, Nabucodonosor II. La figura de Salomón ha estado muy asociada a la magia y el esoterismo, representado en muchas ocasiones como un sabio, rey y profeta, y en el texto árabe Las Mil y Una Noches se lo retrata incluso con cualidades hechiceras. En la cultura medieval y popular ha sido vinculado con objetos y lugares místicos, como el anillo de Salomón o las minas de Salomón.
El cisma: división del Reino de Israel
Hacia 930 a.c., tras la muerte de Salomón, diez de las doce tribus israelitas, que habitaban la región norte y central del reino, se rebelaron contra Roboam, hijo y sucesor de Salomón, negándose a aceptarlo como legítimo rey. La rebelión se desencadenó luego de que Roboam desechara su petición de disminuir la carga impositiva y tributaria que Salomón había dispuesto sobre sus súbditos.
Jeroboam, que no era descendiente de David ni Salomón, fue proclamado rey de Israel en Siquem por las tribus del norte y centro. Tras la revuelta solo las tribus de Judá y posteriormente la de Benjamín permanecieron fieles a la dinastía de David. Estas dos tribus se escindieron bajo el mando de Roboam y formaron el Reino de Judá, mientras que el reino gobernado por Jeroboam continuó llamándose Reino de Israel. Esta división del pueblo hebreo en dos reinos se denomina “Cisma”.
El Reino de Israel, cuya capital fue primero Siquem y luego Samaria, era más grande y poderoso que el de Judá. Allí los reyes contrayeron en ocasiones matrimonio con princesas extranjeras, lo que dio lugar a la penetración de nuevas culturas y religiones. Por su parte, el Reino de Judá mantuvo su capital en Jerusalén, y fue menos permeable, respetando y desarrolando las enseñanzas bíblicas.
En ambos reinos había constantes conflictos internos. Este turbulento contexto dio lugar a la aparición de los llamados profetas. Éstos eran hombres humildes, hábiles oradores populares que predicaban enseñanzas inspiradas en Dios. Su propósito era mantener la pureza de la religión judía. Comúnmente se retiraban al desierto, donde se dedicaban a la oración y la meditación, pero solían regresar de visita a las tierras de las tribus para predicarle al pueblo. Sus profecías aseguraban que severos castigos caerían sobre aquellos que violaran los diez mandamientos establecidos por Dios. Entre los profetas más importantes podemos mencionar a Elías, Amos, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Samuel y Micaías.
En el año 722 a.c. el Reino de Israel fue conquistado por el ejército asirio. Haciéndose con el control del territorio, el rey asirio Salamanasar V deportó a los judíos a Nínive, antigua capital asiria. Luego de este episodio se perdió el rastro de estos pueblos hebreos y su historia no vuelve a mencionarse en la Biblia, por lo que se suele referirse a ellos como las diez tribus perdidas.
El Reino de Judá se mantuvo libre hasta el año 586 a.c., cuando fue conquistado por los babilonios al mando de Nabucodonosor II, quienes saquearon la capital y destruyeron el Templo de Jerusalén. Los judíos fueron deportados a Babilonia, dando comienzo al lo que se conoce como “el cautiverio en Babilonia”.
El cautiverio duró hasta el 538 a.c., cuando Ciro el Grande de Persia invadió y sometió Babilonia. A través de un edicto, Ciro dio su consentimiento para que los judíos fuesen liberados y pudiesen regresar a su tierra nativa. Así, una gran parte de la población judía logró volver a su patria. Bajo el dominio persa la región de Judea (zona montañosa al sur de Palestina) fue restaurada y el Templo de Jerusalén reconstruído. Los judíos conformaron un estado semi independiente hasta el año 332 a.c.
Dominación helenística y Revuelta de los Macabeos
En el 334 a.c. Alejandro Magno comenzó la conquista del Imperio Persa, y Judea pasó a estar bajo el dominio griego en el 332 a.c. Al morir Alejandro, el Imperio que había formado fue dividido entre sus generales y Judea pasó a formar parte del Imperio Seléucida. Los reyes seléucidas, en un intento por afianzar la unidad de su Imperio y homogeneizar la cultura, obligaron a los habitantes de los distintos territorios a adoptar los pensamientos filosóficos, políticos y religiosos helénicos. Antíoco IV Epífanes inició una persecución religiosa y organizó una expedición contra Jerusalén, destruyéndola y matando a muchos de sus habitantes. También dictó decretos prohibitivos de muchos rituales judíos. Ante esta situación, y viendo peligrar su fe, los judíos ortodoxos se rebelaron, dirigidos por los Macabeos, que constituyeron un importante movimiento de liberación. Al mando del macabeo Matatías ben Jonatán los hebreos consiguieron vencer a sus opresores y lograron la independencia política completa. Los macabeos son recordados y conmemorados incluso al día de hoy por los judíos en la festividad del Janucá.
Al morir Matatías, su hermano Simón fundó junto con sus hijos la dinastía de los Asmoneos, que estableció un fuerte reino desde el año 134 a.c. hasta el 63 a.c., cuando el Imperio Romano conquistó Israel al mando del general Pompeyo.
Dominación romana
Durante los años de dominio romano hubo varias revueltas judías que lograron ser aplacadas. En el año 6 d.c. el territorio fue organizado como la provincia romana de Judea. En el año 66 los israelitas se rebelaron contra sus opresores, dando lugar a la primera guerra judeo-cristiana, que culminó con el sometimiento de Jerusalén en el 70 d.c. y la destrucción de la ciudad, incluído el segundo Templo de Jerusalén, que había sido edificado sobre las ruinas del templo anterior en el 515 a.c. Tras la derrota, líderes y miembros de la élite judía fueron asesinados, exiliados o vendidos como esclavos. Este evento se conoce como la Diáspora Judía del 70 (dispersión del pueblo judío).
Bajo el dominio del Imperio Bizantino hubo persecusción y discriminación religiosa hacia los judíos, ya que se pretendía lograr la conversión de todo el imperio a la religión cristiana. El emperador Justiniano y sus sucesores dejaron algo abandonada la región de Judea, lo que hizo posible la construcción de nuevas sinagogas y puso fin al hostigamiento religioso.
A pesar de no recuperar por largo tiempo la independencia política, los judíos mantuvieron siempre su nacionalismo, conservando su fe y creencias y evitando mezclarse con poblaciones de origen diferente.
Economía
En sus orígenes los hebreos eran pastores nómadas, que se desplazaban de una tierra a otra con sus rebaños. Al asentarse en las tierras del Canaán comenzaron a dedicarse a la agricultura y la ganadería, cultivando principalmente vid, olivo, cebada, trigo y legumbres, y acompañando dicha actividad con pastoreo y crianza de bueyes, cabras, asnos, ovejas, caballos y camellos. Las tierras del Canaán eran una región de conexión entre Mesopotamia y Egipto, lo que propició el desarrollo del comercio gracias al constante tránsito de mercaderes de diferentes regiones. El comercio tuvo un gran peso en la economía hebrea, sobre todo en tiempos de Salomón. Los hebreos establecieron relaciones de intercambio con muchos pueblos, incluyendo Fenicia, en especial Tiro, Egipto, Siria y Saba (Arabia). Exportaban principalmente vino y aceite, e importaban metales, marfil, madera y especias.
Al menos hasta el cautiverio en Babilonia los hebreos practicaron el año de jubileo, llamado así por la palabra hebra jobel, que refiere al cuerno de macho cabrío que se utilizaba como instrumento sonoro para anunciar al pueblo el comienzo del año de jubileo. Se trataba de un año sabático que tenía lugar cada cincuenta años. Durante el mismo se dejaba descansar los campos, estaba prohibido el cultivo y solo se podía disponer de las siembras que la tierra diese por sí sola. Los esclavos recuperaban su libertad y las posesiones compradas se restituían a su dueño original. Así pues, las compras hechas entre judíos no eran para siempre, sino hasta el año de jubileo, lo que permitía conservar la equidad original de los hebreos.
Religión judía
El judaísmo fue la primera religión monoteísta de la historia conocida. A diferencia de los demás pueblos de la Antigüedad, que eran politeístas y en su mayoría muy idolatristas (adorando figuras de sus dioses, normalmente personificadas), los hebreos rechazaban la adoración de ídolos, tradición que posteriormente seguirían también los islámicos. Este rechazo es de hecho consecuencia de uno de los diez mandamientos revelados a Moisés: “No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ninguna imagen, ni las honrarás”.
Los hebreos creen en un único Dios, Yahvé (o Jeohavá), aunque en la cotideaneidad se refieran a él con muchos otros nombres, ya que otro de los mandamientos es no invocar el nombre de Dios en vano. Yahvé es omnipresente, eterno y todopoderoso, y es el creador de todo lo que existe.
Una tradición muy distintiva de la cultura judía fue y sigue siendo el rito de la circuncisión. Este rito proviene de la historia de Abraham en el Antiguo Testamento, según la cual el patriarca entabló un pacto y alianza con Dios. Éste le daría una descendencia numerosa y la protección y ayuda al pueblo judío, a cambio de una prueba o demostración de fidelidad, que Abraham realizó a través de la circuncisión. Esta acción selló el pacto, y a partir de entonces constituiría una señal de sumisión y fidelidad de los hebreos hacia su Dios.
Otra característica distintiva de los judíos es el mesianismo. Creen en la llegada futura de un Mesías que surgirá del seno judío, cuyo liderazgo dará paso a una era en que todos los pueblos reconocerán y adorarán al único Dios, y en la que reinarán la paz y la justicia. Muchos sostuvieron que el Mesías profetizado por las Escrituras había llegado: era Jesús de Nazaret. Quienes creyeron esto se llamaron cristianos, por seguir a Jesucristo (Cristo, del latín Christus, es una traducción latina del término hebreo Mesías), escindiéndose así de la religión judía.
Grandes aportes de la cultura hebrea
La cultura hebrea ha sido fundamental para el desarrollo de la historia como la conocemos. De hecho, es el origen de tres grandes e importantes religiones: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo.
La averción judía hacia las representaciones visuales de Dios incentivó la escritura como forma de expresión religiosa. Son las escrituras judías las que posteriormente darían lugar a la creación de la Biblia cristiana, el libro más vendido y leído de la historia. Se trata del libro sagrado de los cristianos, y está compuesto por el Antiguo y el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento narra la historia del pueblo antes del nacimiento de Jesús, y por tanto la historia hebrea propiamente dicha.
En el judaísmo el Antiguo Testamento es llamado Tanaj, conocido también como Biblia hebrea. El Tanaj está compuesto por: la Torá, el Neviim y el Ketuvim. La Torá (llamada pentateuco por los cristianos) es la única que los judíos consideran escrita y entregada directamente por Dios a Moisés en el Monte Sinaí. En ella se incluyen cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. El Neviim está compuesto por los textos narrativos de los profetas e incluye veintiún libros. El Ketuvim, conocido como Escritos y llamado comúnmente Libros Sapienciales por los cristianos, incluye textos de naturaleza poética o didáctica, con enseñanzas espirituales y morales; se contienen en él varios textos famosos incluso para los no religiosos, como El Cantar de los Cantares o Lamentaciones.
El Tanaj y su contenido no deben confundirse con el Talmud, que no forma parte del Antiguo Testamento y es en téréminos generales un código civil y religioso que recoge las discusiones rabínicas sobre leyes juídas, tradiciones, costumbres, narraciones, historias, dichos y leyendas. El Talmud fue escrito entre el siglo III y V por eruditos religiosos hebreos de Israel y Babilonia.