Imperio Persa

Imperio Persa

Imperio Persa

Persia es una antigua región de Oriente Medio, ubicada al este de la Mesopotamia. En la actualidad coincide con el territorio de Irán y zonas aledañas. El Imperio Persa se formó en principio gracias a la unión de los pueblos medos y persas, pero alcanzó su máximo esplendor y expansión territorial con la llegada al trono de Ciro II El Grande y la fundación de la dinastía aqueménida. Sus capitales administrativas fueron en la práctica Susa, Ecbatana, y Babilonia, mientras que su capital ceremonial fue la ciudadela de Persépolis (traducción latina de su nombre original, Perse), cuya construcción fue iniciada por Darío II y continuada por sus sucesores.

En su momento de auge el Imperio Persa Aqueménida llegó a abarcar un vasto territorio, conquistando y ocupando los actuales Irak, parte de Egipto, Afganistán, Pakistán, Armenia, Jordán, Turkmenistán, Omán, Turquía, Siria, el Líbano y Yemen (fuente aquí).

Historia

Los persas eran un pueblo indoeuropeo que se originó como un grupo de tribus nómadas, que terminaron por asentarse en la parte occidental de la meseta de Irán hacia el II milenio a.c. aproximadamente. Por entonces, el norte de Irán era dominado por los medos.

Durante un buen tiempo, el poder de medos y persas se vio eclipsado y contenido por Asiria, que era la principal potencia de la época. Los constantes ataques y esfuerzos por defender sus fronteras de los pueblos invasores debilitaron mucho a Asiria, que terminó siendo vencida por sus enemigos, unidos en coalición. Su caída en el 610 a.c. hizo que el poder y hegemonía en la región quedasen divididos en cuatro focos principales: los medos, en el actual Irán y el oeste de Turquía; los neobabilonios en la región mesopotámica, Siria y Palestina; los egipcios en el norte de África; y distintos estados pequeños con marcada influencia griega en algunas regiones de la actual Turquía.

- Ciro II el Grande -

Hacia el siglo I a.c. los persas eran nominalmente súbditos de los medos. Esta situación cambió con el ascenso al trono de Persia de Ciro II el Grande, descendiente de Achaimenes, que dio nombre a la dinastía aqueménida. Ciro organizó y unificó al pueblo persa, independizándolo e iniciando una campaña de conquista contra los medos. Ciro y su ejército lograron derrotar al rey medo, Astiages, en el 550 a.c, y continuaron su campaña en Asia Central y Asia Menor. Conquistaron Lidia y Jonia, zonas fuertemente influenciadas por los griegos, lo que suscitó frecuentes levantamientos de la población. Los persas consiguieron invadir y dominar Babilonia, haciéndose con el control de la Mesopotamia, Siria y Palestina. Ciro era muy tolerante con las regiones que conquistaba. A pesar de haber vencido a los medos, permitió al país conservar cierta autonomía y a los funcionarios medos seguir ocupando sus cargos. Al derrotar a los neobabilonios, Ciro liberó a los hebreos, que estaban cautivos en Babilonia y los autorizó a volver a Jerusalén. Tal es así que los persas fueron recibidos como libertadores en muchas zonas. 

- Cambiases II -

Al morir Ciro II en 529 a.c., fue sucedido por su hijo Cambiases. Este rey continuó con las conquistas iniciadas por su padre, incorporando Cirne y Egipto al Imperio Persa Aqueménida. Maltrató mucho a los egipcios y se cree que demostró desprecio por sus costumbres y religiones, por lo que nunca logró ganarse la lealtad de este pueblo. No está clara la causa de su muerte, pero según la inscripción de Behistún de Darío I, Cambiases se habría suicidado en 523 a.c. tras fracasar en aplacar una revuelta en su contra de los medos, instigada por un mago medo llamado Gaumata. También es posible que haya muerto en batalla intentando aplcar las rebeliones.

- Darío I -

Cambiases II fue sucedido por Darío I, que pertenecía a otra rama de la familia aqueménida. Su forma de gobernar fue similar a la de Ciro II, con notable tolerancia hacia sus súbditos y cuidando mucho mantener el orden en el Imperio. Logró apaciguar el territorio, que había sido azotado por constantes revueltas durante años, y se ganó el respeto y lealtad egipcia gracias a sus políticas.

Durante su reinado, empero, las ciudades jonias se sublevaron a la autoridad persa apoyadas por Atenas, en episodios conocidos como las revuletas jónicas de 499 y 494 a.c. Ésta fue la causa coyuntural y desencadenante de las guerras entre el Imperio Persa y las ciudades-estado griegas, que fueron bautizadas por los griegos como Guerras Médicas, y que se extendieron entre el 490 y 449 a.c. A pesar de contar con un ejército de mucho mayor tamaño y una marcada superioridad política y territorial, los persas no lograron vencer a sus enemigos. La supremacía griega se debió fundamentalmente a su superioridad táctica. A diferencia de las fuerzas griegas, el ejército persa era sumamente heterogéneo y estaba poco organizado. La batalla de Termópilas mostró claramente la superioridad militar griega. En ella un ejército de tan solo 7.000 griegos, 300 de ellos espartanos comandados por Leónidas, lograron mantener a raya a 200.000 soldados persas al mando de Jerjes I, sucesor de Darío.

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Darío I el Grande

- Jerjes I -

Darío murió en el 485 a.c. y fue sucedido por su hijo Jerjes I. Éste fue quien dirigió la mayor parte de la guerra contra las ciudades griegas. Durantes su reinado debió aplacar varias revueltas dentro del Imperio, y realizó una famosa y fracasada expedición contra Grecia. La naturaleza tolerante y permeable del pueblo persa propició su fusión con las culturas y tradiciones de los pueblos conquistados. Así, los gobernantes persas fueron adoptando muchas modas y características orientales, como las vestimentas de medos y egipcios, el gusto por el lujo de los babilonios o los ritos de los caldeos. Influenciados por estas culturas y su forma de gobernar, los monarcas del Imperio Persa fueron haciéndose cada vez más despóticos. Jerjes fue uno de estos gobernantes devenidos en déspotas. Su tiranía incentivó las traiciones e intrigas palaciegas, que llevaron a su asesinato en el 465 a.c. Esta dinámica de despotismo, intrigas y revueltas continuaría durante toda la historia del Imperio Persa.

- Reyes sucesores -

Jerjes fue sucedido en el trono por su hijo Antajerjes I, que reinó entre 465 y 424 a.c. Logró mantener el poderío y prestigio del Imperio Persa, y aunque no consiguió vencer a Atenas, lucha que aún continuaba, aprovechó los conflictos internos entre las ciudades-estado griegas para conseguir un acuerdo de paz más favorable del que cabía esperar. A pesar de los sucesivos levantamientos e intrigas a los que debió hacer frente, su largo reinado fue más tolerante que el de su padre.

Al morir Antajerjes I asumió el trono su hijo Darío II Ochos. De su reinado, que se extendió desde el 424 hasta el 405 a.c., se conoce poco. Según las fuentes disponibles fue bastante dependiente de su esposa y hermanastra Parisátide, y se sabe que mediante artimañas políticas incentivó la enemistad entre Esparta y Atenas, dando su apoyo a Esparta y ayudándola a vencer en la Guerra del Peloponeso.

Darío II fue sucedido por su hijo Antajerjes II, que reinó desde el 405 hasta su muerte en 359 a.c. Debió defender su puesto contra su hermano Ciro, que intentó sin éxito arrebatárselo y murió en la batalla de Conaxa (401 a.c.). También debió aplacar un levantamiento de los sátrapas que gobernaban las provincias occidentales del Imperio. Antajerjes II se enfrentó en guerra contra su antigua aliada, Esparta, sobornando a Atenas, Corinto y Tebas, que se levantaron contra Esparta iniciando la Guerra de Corinto. En el 386 a.c., sin embargo, Antajerjes abandonó a sus aliados y firmó un tratado de paz con Esparta, conocida como la Paz del Rey o Paz de Antálcidas, que devolóvió a los persas el control sobre las ciudades griegas de Jonia y Eólia, logrando que el Imperio recuperara la extensión que tuvo en tiempos de Darío I.

El Imperio Persa no tenía rivales militares, a excepción de los griegos. Los persas fueron astutos estrategas, y aprovecharon la enorme fragmentación política griega como un punto a su favor, promoviendo conflictos entre las distintas ciudades-estado griegas para evitar que alguna ganara suficiente poder y hegemonía.

- Auge de Macedonia y caída del Imperio Persa -

Hacia el año 350 a.c. el rey de Macedonia, Filipo II, organizó un poderoso ejército, con armamento y tácticas superiores incluso a la de los griegos, y con él inició una politica expansiva. Logró conquistar y someter a todas las ciudades-estado griegas, excepto a Esparta, aunque les permitió conservar cierto grado de autonomía. Uniendo su ejérécito al de los griegos, Filipo decidió emprender una campaña contra el Imperio Persa, pero murió asesinado antes de llevarla a cabo.

Filipo II fue sucedido por su hijo Alejandro III, más conocido como Alejandro Magno, que se propuso continuar la labor de su padre y emprendió la conquista del territorio persa. Logró tomar Siria, Palestina e incluso Egipto, donde fue recibido como un liberador del yugo persa. Ante el avance macedonio el rey Darío III de Persia le ofreció la paz a Alejandro, quien la rechazó. El ejército macedonio derrotó al persa en la Batalla de Gaugamela, y tras esto Darío III fue traicionado por su propia gente y tomado como rehén por unos sátrapas persas insurgentes. Según relatan los historiadores griegos antiguos, cuando el ejército de Alejandro ingresó a la ciudad donde Darío era rehén, sus captores lo apuñalaron y huyeron del lugar. Instantes antes de morir Darío agradeció la ayuda de un destacamento macedonio. Al ver el cadáver de su enemigo, Alejandro lo cubrió con su manto y exclamó entre lágrimas: “¡No era esto lo que yo pretendía!”. El rey de Macedonia ordenó que el cuerpo de Darío III fuera embalsamado y entregado a su madre para que oficiase el correspondiente funeral en Persépolis.

Alejandro continuó la conquista del Imperio Aqueménida, ahora al mando de Bessos, uno de los sátrapas asesino de Darío III, que se había proclamado emperador de Persia con el nombre de Antajerjes V. Alejandro logró vencer definitivamente a los persas. Invadió y saqueó Persépolis, e incendió el palacio de Jerjes, simbolizando el fin de la guerra contra Persia. Capturó a Bessos y ordenó su ejecución, de acuerdo con las leyer persas, por el asesinato de su legítimo soberano.

La conquista de Alejandro fue en realidad la culminación de un período de decadencia persa, cuya causa profunda fue la heteogeneidad al interior del Imperio que suscitó constantes levantamientos y rebeliones de los pueblos sometidos, así como un despotismo creciente de los gobernantes que incentivó las conspiraciones e intrigas palaciegas y las traiciones a los monarcas.

Organización Política y Social

A pesar de estar bajo control persa, puede decirse que el Imperio Aqueménida fue multinacional. Los cargos de los altos funcionarios eran siempre ocupados por persas en todos los territorios, pero los diferentes pueblos, sobre todo los más antiguos como los babilonios, asirios, egipcios o judíos conservaron sus costumbres, tradiciones, religión, cultura y lengua, manteniendo así cierta autonomía, al menos en lo cultural. Los persas fueron muy respetuosos de las tradiciones de los pueblos conquistados, lo que dio mucha heterogeneidad a su Imperio.  

La capital de culto fue Persépolis, construída con ese fin por Darío I. Sin embargo, la capital administrativa de gobierno era Susa, antigua capital del Reino de Elam, aunque el rey persa y su corte pasaban algunas temporadas en Babilonia y Ecbatana, por lo que también pueden considerarse centros de administración imperial. 

Existía cierta autonomía regional, ya que el territorio del Imperio estaba geográficamente dividido en satrapías. Éstas eran unidades administrativas, donde subsistían algunas de las instituciones gubernamentales locales de los pueblos conquistados, y que eran gobernadas por un sátrapa leal al rey persa. Comúnmente los sátrapas eran miembros de la dinastía real o personas muy cercanas al monarca. Las diferentes regiones del Imperio eran recorridas de manera periódica por inspectores que informaban al rey sobre el desempeño gubernamental, la economía y la organización de cada satrapía.

Economía e Infraestructura

La economía persa se basaba en la agricultura, utilizando las aguas que irrigaban de las montañas para el riego. También se dedicaban al pastoreo y la extracción de minerales. La actividad más destacada a partir de la formación del Imperio fue, sin embargo, el comercio. Por las rutas persas transitaban caravanas comerciales provenientes de China y la India que se dirigían hacia el Mar Mediterráneo. Los comerciantes persas devinieron en un grupo de gente bastante adinerada. Además, la gran actividad comercial impulsó la industria de tejidos de lujo, mosaicos, joyas y alformbras. 

Para facilitar y dinamizar el comercio los persas acuñaron su propia moneda. Esta era una innovación muy reciente; el primer monarca en desarrollar un sistema monetario había sido Creso, rey de Lidia, derrotado por Ciro el Grande. Tomando el sistema lidio como guía, Darío I introdujo como moneda persa el dárico, acuñado en oro, y el siclo, de plata (20 siclos equivalían a un dárico).

Otra enorme fuente de ingresos del Imperio Aqueménida fueron los impuestos y tributos que recaudaban de los súbditos. La mayor parte del dinero recaudado se utilizaba para la construcción de edificios, palacios y obras públicas, así como para la manutención y equipamiento del ejército.

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Dárico de oro

Una de las obras públicas más destacadas fue la construcción de una red de rutas y caminos para comunicar las distintas regiones del Imperio. La más famosa es probablemente la calzada real o camino real, descrita por Heródoto en sus obras, que unía las ciudades de Susa y Sardes, atravesando Asiria, Armenia, Capadocia, Cilicia y Frigia y alcanzando los 2.600 km. A través de la ruta existían zonas custodiadas por soldados para la seguridad de los transeúntes así como lugares de posta (la distancia entre uno y otro se recorría en aproximadamente una jornada). También se creó un sistema postal, cuya gran eficiencia estaba directamente vinculada con la facilidad de acceso a las diferentes zonas garantizada por las rutas imperiales. Darío I también dispuso la reapertura y ensanchamiento de un canal en el istmo entre el Nilo y el Mar Rojo, que había sido creado previamente por un faraón egipcio. Esto posibilitó un aumento del comercio entre el Mar Mediterráneo y el Mar Rojo.

Religión

Spithama Zaratustra, llamado Zoroastro por los griegos, fue un profeta y mago de la Antigüedad, fundador del mazdíesmo. Ésta fue declarada religión oficial del Imperio por Darío I. No existe un acuerdo sobre la fecha de nacimiento de Zaratustra, que se estima se habría dado entre el I milenio y el siglo VI a.c. Tampoco se sabe demasiado sobre su vida a ciencia cierta, ya que las referencias sobre él estan siempre rodeadas de misticismo y leyenda. El mazdeísmo fue una de las primeras religiones monoteístas de la historia, aunque su base es dual. Los mazdeístas críean en dos deidades: Ahura Mazda, que dio nombre a la religión y era el representante del bien; y Angra Mainyu, que era la representación del mal. Los disícpulos de Zaratustra compilaron sus enseñanzas y las bases de su mitología religiosa en el Zend-Avesta, conjunto de libros del que solo ha llegado a nuestra era una pequeña parte. 

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Faravahr - símbolo mazdeísta

El mazdeísmo cree en la existencia de dos principios divinos, uno bueno y creador del mundo, y otro malo y destructor; ambos principios se encuentran en una constante y eterna lucha. Estos dos espíritus coexisten dentro de todos los seres vivientes. Para los mazdíestas los individuos son siempre libres de elegir entre el bien y el mal, pero por un principio moral el bien y la fuerza de Ahura Mazda termina imponiéndose. Ahura Mazda es representado por el fuego, el sol y la luz, siendo muy extendido el culto al fuego como símbolo de divinidad. Otro símbolo muy difundido del zoroastrismo es el Faravahar, que posee una larga tradición artística. El mazdeísmo pregona la igualdad de todos, sin importar raza, religión o género, y respeta a todos los seres vivientes, por lo que condena cualquier forma de opresión al ser humano así como la crueldad y sacrificio de los animales. La filosofía del mazdeísmo está basada en tres principios: buenos pensamientos, buenas palabras, buenos actos. 

El mazdeísmo inculcó conceptos nuevos que fueron adoptados por otras religiones, tales como la idea de juicio final, en el que el espíritu de los fallecidos es juzgado según sus acciones en la vida, que determinan su futuro en la nueva vida después de la muerte. En la actualidad el mazdeísmo es una de las religiones oficialmente permitidas en Irán, y también existen muchos seguidores de Zaratustra, llamados parsis, en la India y otros países.

Arte

El arte persa aqueménida se vio reflejado principalmente en los palacios y edificios de la realeza. Fue muy influenciado, al igual que la cultura persa en general, por los pueblos vecinos y conquistados. El influjo griego se vio reflejado en el detallismo y el manejo de la proporción de los persas. Los relieves decorativos del palacio de Persépolis, mandada a construir por Darío I, así como su majestuosa ornamentación arquitectónica, es uno de los legados artísticos más grandes de la Antigüedad. El arte conmemoraba al rey y su labor como líder de varios pueblos unidos. Asimismo, los materiales utilizados para la construcción del palacio de Darío en Susa fueron traídos desde partes muy remotas del Imperio, desde oro de Sardes, marfil de Egipto hasta objetos ornamentales de Jonia. En su construcción participaron trabajadores de muchos pueblos diferentes. Una vez más, los aqueménidas lograban combinar las tradiciones artísticas de muchas culturas distintas, logrando un estilo realmente único. Los persas gustaban de combinar el arte con la arquitectura, por lo que la mayoría de las obras eran relieves o bajorrelieves, más que esculturas o bustos.

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Bajorrelieve en Persépolis

Arquitectura

La construcción de ciudades como Ecbatana, Susa o Persépolis es la muestra más acabada de la grandeza y majestuosidad de la arquitectura persa. Al igual que todas las manifestaciones artísticas, la arquitectura de los aqueménidas fue también una fusión de estilos muy diferentes, originarios de distintos pueblos del Imperio. Incorporaron elementos asirios y de la Grecia asiática, y los combinaron de forma tal de obtener un efecto nuevo y único. 

Pocas fueron las construcciones religiosas en este período, aunque existían algunos templos y modestos altares dedicados al fuego, que podían tener una pequeña bóveda para evitar que la llama se apagara. Sí se estilaba, sin embargo, la arquitectura funeraria. Destaca la tumba de Ciro II el Grande, sumamente sencilla en comparación con las de otros reyes, pero muy bien conservada. Otra construcción funeraria importante fue el Naqsh-e Rustam, una necrópolis de los reyes aqueménidas. 

Lengua y Escritura

La lengua persa original fue el persa antiguo, un dialecto de la región de Irán emparentado con el medo. Con las conquistas de Ciro II y Darío I y la incorporación de nuevos pueblos al Imperio, el idioma de la cancillería y administración fue variando, usando en principio el elamita y posteriormente el arameo, tras la conquista de Mesopotamia.

Behistun - Imperio Persa

Uno de los legados más importantes en relación con la escritura persa es la llamada inscripción de Behistún, una inscripción monumental en piedra construída por orden de Darío I sobre la pared de un acantilado. Acompañada por ilustraciones talladas que muestran a Darío I y otros personajes, relata la historia de las conquistas de Darío así como su victoria sobre una supuesta conspiración en su contra. La inscripción cuneiforme contiene tres versiones del relato, cada una en un idioma diferente: persa, babilonio y elamita. Es por esto que ha sido una herramienta fundamental para el desciframiento y traducción de estas lenguas.