Imperio Antiguo - Egipto

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También conocido como Imperio Menfita, por tener su capital en Menfis. El período comprende las dinastías III a VI, y coincide cronológicamente con las primeras dinastías mesopotámicas de Ur y Uruk y con el auge del Imperio Acadio. El Imperio Antiguo consolidó y complejizó el sistema político, religioso y cultural que había surgido durante los períodos protodinástico y arcaico. El sistema cristalizó en la divinización absoluta del faraón y la centralización del poder

Dinastía III

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Pirámide de Saqqara

La dinastía III comienza con el ascenso al trono de Sanjat, unido en matrimonio con la heredera de la dinastía anterior. El faraón más importante de la dinastía fue Zoser (también llamado Dyeser). Fue Zoser quien dispuso el traslado de la capital a Menfis, a unos 25 km. del Cairo. Asimismo, sus campañas de conquista extendieron el dominio egipcio sobre Nubia y el Sinaí. La figura más importante durante su reinado fue su chaty, Imhotep, primer magistrado y mano derecha del faraón. Imhotep era un erudito y sacerdote, y fue el primer arquitecto conocido de la historia. Diseñó la pirámide escalonada de Saqqara, importante complejo funerario destinado a ser la tumba de Zoser. Esta construcción supuso la victoria de la arquitectura en piedra sobre la de adobe utilizada hasta entonces. Tal fue la importancia de Imhotep que llegó a ser venerado como un dios en épocas posteriores.

El último faraón de la III dinastía fue Hu (o Huny), quien inició la construcción de la pirámide escalonada de Meidum, aunque ésta debió ser finalizada por Seneferu, su sucesor y primer faraón de la IV dinastía.

Dinastía IV

El período que corresponde a la IV dinastía fue la época de apogeo del Imperio Antiguo. Seneferu fue el primer faraón de esta dinastía, quien se cree estaba casado con la hija de su predecesor. De su vida conocemos varios acontecimientos gracias a las inscripciones en la Piedra de Palermo. Además de organizar expediciones de conquista, construyó palacios, templos y pirámides, definiendo el esquema clásico del complejo funerario real. También promovió el desarrollo de las artes. Es descrito por la literatura clásica egipcia de siglos posteriores como un gobernante bondadoso.

Keops, hijo y sucesor de Seneferu, gobernó cerca de 23 años. Sin dudas su mayor legado fue la construcción de la gran pirámide de Keops, la mayor del complejo de Guiza, y el monumento más grande construido por el hombre que ha llegado a nuestros días. Actualmente mide 137,4 m. ya que el paso del tiempo ha hecho que fuera perdiendo pedazos, pero cuando estaba completa alcanzaba una altura de 146,6 m. Originalmente estaba revestida por piedra caliza blanca y su punta estaba cubierta de oro. La tradición egipcia recuerda a Keops como un tirano cruel, que impuso a sus súbditos trabajos forzosos para levantar su pirámide y otras grandes edificaciones erigidas durante su reinado.

Keops fue sucedido por su hijo Dyedefra, casado con su media hermana Hetheperes II, una de las figuras más longevas e importantes de la cuarta dinastía. Su reinado duró tan solo ocho años y acabó en un contexto de descontento general en el Imperio. 

El sucesor de Dyedefra fue su medio hermano Kefrén, hijo de Keops, apoyado por el grupo real opositor a Dyedefra. Kefrén estaba casado con Mesanraj III. Ésta era hija de Kauab, príncipe heredero de Keops que murió antes de acceder al trono, y de Hetheperes II, que antes de casarse con Dyedefra había desposado a Kauab. Mesanraj, por ser hija del sucesor directo de Keops, era depositaria de los derechos dinásticos, lo que otorgaba legitimidad al ascenso al trono de Kefrén. Kefrén dejó muchos legados. Uno de los más famosos es la pirámide de Kefrén, construida en Guiza al lado de la de su padre, aunque de menor tamaño. También hizo erigir la Gran Esfinge de Guiza, cuya forma es la de un león con cabeza humana y tocado faraónico, y que es sin duda una de las obras más destacadas del Mundo Antiguo. Se cree que esta escultura actuaba como guardián o protector del complejo funerario. A los pies de la esfinge hay un pequeño templo, que no fue descubierto hasta 1925.

Los últimos reyes de la dinastía según las investigaciones fueron: Micerino, hijo de Kefrén, a quien se le atribuye la construcción de la tercera y última pirámide de Guiza bautizada pirámide de Micerino; Shepseskaf y Dyedefptah.

Dinastía V

La V dinastía fue fundada por Userkaf, un posible nieto de Dyedefra. Para legitimar su ascenso al trono tomó en matrimonio a una de las hijas de Micerino. Userkaf fue quien puso en marcha las primeras reformas que llevaron a la postre a un debilitamiento de la figura del faraón y de la autoridad del poder central. Hasta ese momento los faraones eran considerados el mismo dios Ra en vida, pero con las reformas de esta época comenzaron a llevar el título de “Hijo de Ra”. Este cambio tuvo consecuencias profundas, pues volvió a los faraones muy dependientes del visto bueno de la casta sacerdotal, que fue ganando cada vez más influencia. Paralelamente, las colosales construcciones y el mantenimiento de los complejos cultos religiosos hicieron mermar las reservas del estado.

Userkaf fue sucedido en el trono por su hijo Sahura, quien inició la construcción de la emblemática necrópolis de Abusir. Durante su gobierno realizó campañas contra Libia y Asia, y expediciones al Sinaí y al reino de Punt, en las actuales Etiopía y Somalía, con el objetivo de obtener valiosos productos como marfil y especias.

Se dieron grandes avances en tecnología naviera, lo que facilitó el comercio con tierras lejanas. En cuanto a las construcciones, las pirámides comenzaron a ser más pequeñas y se utilizaban materiales más livianos. Los templos adosados a las pirámides, que se construían para el culto y el depósito de ofrendas al difunto, incorporaron relieves y columnas palmiformes.

Tras los reinados de Usekarf y Sahura los nomarcas, gobernadores de regiones denominadas nomos, empezaron a acumular cada vez más poder e influencia, y surgieron conflictos entre ellos por la hegemonía. Poco a poco tales disputas fueron minando la unidad del Imperio, lo que conllevó una progresiva descentralización del poder.

El último faraón de la V dinastia fue Unis (Onnos en griego), quien gobernó durante un largo periodo de treinta años. En la pirámide donde está sepultado se hallaron relieves con escenas que representan figuras masculinas y femeninas con rasgos esqueléticos, probable referencia a una terrible hambruna que asotó la región hacia el 2200 a.c. Ésta fue causada por una enorme disminución de las lluvias entre el 2200 y el 2250 a.c., que impidió las inundaciones periódicas del Nilo y la consiguiente fertilización de los suelos, deteriorando drásticamente las cosechas. Un interesante dato de color es que las cámaras y pasadizos de la pirámide de Unis en Saqqara están cubiertas por inscripciones jeroglíficas conocidas como Textos de las Pirámides. Éstos son una extensa colección de plegarias, himnos e invocaciones cuyo objetivo es asegurar al faraón la vida entre los dioses tras su muerte. Esta tradición sobrevivió en épocas posteriores, y dichos textos se plasmarían en los sarcófagos y en el Libro de los muertos, que reunía sortilegios mágicos para ayudar a los muertos en su viaje a la otra vida.

Dinastía VI

La muerte de Unis desencadenó un período de gran inestabilidad, causado por la hambruna y los constantes conflictos internos entre nomarcas y otras figuras de poder. El ascenso al trono de Teti I, fundador de la dinastía VI, logró calmar momentáneamente el turbulento contexto. Teti tomó por esposa a la hija de Unis, matrimonio que le otorgó la legitimidad dinástica. 

Los sucesores de Teti hicieron malabares para lograr mantener el poder en un ambiente hostil, repleto de conspiraciones y conflictos internos. Al morir el longevo Pepi II, quinto faraón de la VI dinastía que según las inscripciones reinó durante noventa años, los nomarcas habían ganado el poder suficiente para resistir la autoridad del sucesor legítimo, Merenra II. Este faraón gobernó tan solo un año, luchando contra una fuerte sequía, hambrunas, invasiones beduinas y conspiraciones y ataques internos protagonizados por los cada vez más influyentes nomarcas. Según Heródoto, Merenra II murió asesinado y fue su hermana y esposa Nictoris quien tomó el poder, siendo la última monarca de la VI dinastía. Algunos sugieren, sin embargo, que Nictoris es tan solo una mala traducción de Netqerti Siptah, nombre masculino de quien habria sido el último faraón.

Características Generales

- El faraón y la corte -

En principio el faraón era considerado la personificación del dios Ra en la tierra, pero esto cambió durante la V dinastía, pasando a ser un hijo o representante del dios en lugar de un dios en sí mismo. El faraón era garante de justicia y orden; era depositario del derecho divino y su poder era atribuído a través del dios Horus. También era el único que podía tener varias esposas; tenía una esposa principal, encargada de dar a luz al heredero al trono, y otras secundarias, cuyos hijos serían los futuros visires, sacerdotes y altos funcionarios, todos ellos con derecho a ser enterrados junto al faraón.

- Sociedad -

La sociedad egipcia era jerárquica, con el faraón y la familia real en la punta de la pirámide social, seguido por los sumos sacerdotes, visires, escribas y militares; por debajo se encontraba el pueblo llano, que incluía a los campesinos, artesanos y mercaderes; en la base de la pirámide estaban los esclavos.
Existía la posibilidad de ascenso social y la propiedad privada estaba garantizada mediante normas jurídicas. Si bien el poder del faraón era absoluto, era poco frecuente que abusara de él.

- Administración Estatal -

Los trabajos hidráulicos para regular las crecidas del Nilo y optimizar los sistemas de riego se fueron complejizando cada vez más, lo que acarreó la necesidad de un aparato estatal más sólido y grande. El cargo estatal más importante era el de chaty, llamado tmbién visir, quien era elegido por el faraón y presidía tanto la administración central como la corte de Justicia. Era custodio de los archivos reales y dirigía la hacienda pública. Esta última debía centralizar los impuestos y administrar la producción agraria.
Para la administración de justicia existía un conjunto de leyes escritas, que no contemplaban la pena de muerte ni ningún castigo cruel o sanguinario. Todo egipcio poseía el derecho a apelar, en última instancia, a la intervención del faraón.
Los escribas eran los funcionarios encargados de plasmar por escrito todo aquello relativo al funcionamiento y administración de las ciudades. Estos documentos se agrupaban en un gran archivo conocido como La Casa de Vida. Uno de los escribas era el llamado Jefe de los Secretos, que recolectaba y escribía toda la información referente a las cuestiones religiosas.
La administración central incluía también ministerios para regular los diferentes aspectos gubernamentales, como el Ministerio de Agricultura. La administración de las provincias, llamadas nomos, estaba a cargo de los nomarcas. Por esta época existían unos 38 o 39 nomos. 

- Arquitectura -

El esplendor alcanzado por la civilizacóin egipcia del Imperio Antiguo se ve reflejado en los monumentos erigidos durante esta época. Se destacan los complejos funerarios, que comenzaron a estar construidos en piedra en lugar de adobe, y que normalmente incluían una pirámide, un templo que actuaba como entrada al complejo y un camino procesional que comunicaba ambos edificios. Estas monumentales construcciones dan muestra de la importancia que daban los egipcios a los ritos fúnebres y a la idea de la vida después de la muerte.
Durante este período se construyeron los monumentos egipcios más famosos, tales como la pirámide de Saqqara, diseñada y construida por el chaty Imhotep, el complejo funerario de Guiza que incluye las tres pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, así como los Templos Solares, construidos por la dinastía V, que demuestran la nueva importancia que había cobrado por entonces la adoración al dios sol, asociada al clero de Heliópolis. Los templos solares solían organizarse en torno a una especie de obelisco, que simbolizaba el poder de Ra, dios sol.

- Religión -

Los egipcios eran politeístas y creían en una serie de deidades que controlaban el universo y la naturaleza. Estos dioses eran normalmente representados con una apariencia mitad humana y mitad animal. Para obtener el favor de los dioses los egipcios realizaban muchos rituales, pero el más importante era el que se celebraba para propiciar las crecidas del Nilo, vitales para la agricultura.

Los egipcios creían en la existencia de un orden universal al que denominaban Ma’at, que representaba también la verdad y la justicia absolutas. Este orden cósmico estaba directamente relacionado con la concepción del tiempo. Para mantener el equilibrio del Ma’at, el pasaje lineal del tiempo se veía siempre acompañado por patrones cíclicos y repetitivos que renovaban el Ma’at, conservando su pureza original. Estos eventos periódicos reflejaban la creación original: la inundación anual del Nilo, la sucesión de un rey por otro, o el más importante, el viaje diario de Ra, el dios sol, que se ausentaba por la noche y regresaba con el amanecer.

La práctica formal religiosa estuvo en principio muy centrada en la figura del faraón, quien poseía un carácter divino y era el protector del Ma’at designado por los dioses. Muchos recursos estatales estaban destinados a la celebración de rituales y la construcción de templos y complejos fúnebres. Además de los rituales públicos, los individuos interactuaban con los dioses de manera particular. Con el tiempo, los rituales informales, individuales o colectivos, fueron haciéndose cada vez más importantes, en detrimento de la divinidad del faraón.

Las fuerzas de la naturaleza, como el sol, podían estar asociadas a varias deidades distintas. Existían dioses universales y locales, algunos más asociados a ciudades particulares, e incluso demonios o espíritus con poderes específicos más acotados.   

Las representaciones de los dioses no intentaban ser literales, sino que eran tan solo una manera de volver reconocibles deidades cuya natualeza era un misterio para los mortales. Así por ejemplo, el dios Anubis, guardián de las tumbas y asociado con la muerte, era representado con cuerpo humano y cabeza de chacal negra. El uso de la figura de este animal especialmente carroñero pretendía contrarrestar la fuerza de descomposición y utilizarla para la protección y conservación del cuerpo. El negro simbolizaba el color de la carne momificada y los suelos fértiles, vinculados a la resurrección. La iconografía divina no estaba fija y muchos dioses eran representados con formas diferentes.

Según la creencia egipcia el cosmos estaba habitado por tres tipos de seres: los dioses; los espíritus de humanos fallecidos, que existían en el reino divino y tenían algunas habilidades sobrehumanas; y los humanos vivos. El faraón era el puente que conectaba el mundo humano con el divino.

anubis - Imperio Antiguo - Egipto
Anubis

Durante este período los sacerdotes comenzaron a organizar el complejo panteón de dioses, enlazando a los principales dioses como Aton, Ra, Osiris y Seth en un único mito creacional. Las monumentales pirámides reemplazaron a las sencillas mastabas como tumbas faraónicas, mientras que los templos permanecieron pequeños. Esto refleja que durante gran parte del Imperio Antiguo, al menos hasta la V dinastía, tuvo mayor influencia la adoración al faraón como figura divina que el culto directo a los dioses.

Por otro lado, a inicios del Imperio Antiguo fue ganando gran peso el dios Ra, que se volvió la deidad principal, sumamente asociado con la monarquía sobre todo a partir de la V dinastía . Esto hizo que su principal ciudad de culto, Iunu (Heliópolis en griego), se convirtiese en el centro religioso más importante. 

- Vida después de la muerte -

Los egipcios creían que los humanos poseían un ka o fuerza vital que dejaba el cuepo cuando la persona moría. En vida, el ka recibía sustento de la comida y bebida, por lo que era necesario que el ka continuase recibiendo ofrendas de este tipo para poder seguir viviendo tras la muerte. Además del ka, cada individuo tenía también un ba, que era su espíritu. A diferencia del ka, el ba permanecía unido al cuerpo después de muerto, y solo podía desprenderse de él mediante los rituales funerarios, que lo liberaban para que pudiese moverse y reunirse con el ka. Cuando esta unión ocurría, la persona muerta seguía viviendo como un akh. El ba necesitaba regresar al cuerpo periódicamente para renovar su fuerza, por lo que era fundamental la preservación del cadáver. Originalmente, los egipcios enterraban a sus muertos en el desierto, ya que las condiciones climáticas momificaban el cuerpo de manera natural. Fue durante el Imperio Antiguo que se comenzó a embalsamar artificialmente los cuerpos mediante técnicas aún precarias, pues aún no se desarrollaba completamente el arte de la momificación.

En principio se creía que solo el faraón poseía un ba y por tanto era el único capaz de vivir después de la muerte. Los nobles recibían tumbas y recintos fúnebres como regalos del rey, y se pensaba que su capacidad para entrar al más allá dependía de estos favores. Hacia el final del Imperio Antiguo la pérdida de importancia de la figura faraónica como símbolo religioso hizo que cambiase la concepción inicial, y la capacidad de tener un ba y vivir después de la muerte fue extendida a todos. Este proceso se conoce como democratización del Más Allá, y conllevó además un aumento en la importancia y popularidad del dios Osiris. Hacia la V dinastía esta deidad había comenzado a ser muy asociada con el Más Allá (Duat).

- Ciencia y Literatura -

Para favorecer la agricultura fue necesario el desarrollo de la aritmética y la geometría, que se usaron para calcular las superficies de los campos afectados por las inundaciones anuales del Nilo. Además, estas ciencias fueron indispensables para la construcción de las pirámides, templos y palacios. También floreció la astronomía, que posibilitó la creación de un calendario solar. La medicina fue otra ciencia muy estudiada. Destaca sobre todo el Papiro de Edwin Smith, creado durante este período, que presenta varios diagnósticos racionales y es asimismo una especie de manual quirúrgico.

En cuanto a la producción literaria, de esta etapa han llegado a nuestros días los Textos de las Pirámides, relacionados con la Duat o Más Allá, con instrucciones para que el faraón consiguiese la inmortalidad. También se han hallado textos con información administrativa y otros de naturaleza pedagógica, estos últimos conocidos como lecciones sapiensales. Asimismo, se han conservado varios textos que narran importantes acontecimientos históricos, de los cuales el más famoso es la Piedra de Palermo.