Período Helenístico - Egipto

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A partir del año 322 a.c. se dieron a lo largo del Imperio formado por Alejandro las Guerras de los Diádocos (gobernadores que quedaron a cargo de las distintas regiones). Cada uno luchaba por hacerse con el control del Imperio entero y coronarse emperador. A diferencia de sus pares, Ptolomeo comprendió que sería imposible consolidar su poder en la totalidad del Imperio, y decidió en cambio enfocar sus esfuerzos a asegurar su posición en el área que ya gobernaba: Egipto. Reforzó la defensa y aseguró las fronteras, para evitar invasiones que hiciesen tambalear su poderío. 

A pesar de ostentar el título de faraón, tanto él como los sucesores miembros de la dinastía ptolemaica necesitaron de los griegos para diversas cuestiones administrativas y militares. Por tanto, los lazos entre griegos y egipcios se estrecharon mucho. Las tradiciones y costumbres egipcias se mantuvieron, pero la cultura griega fue penetrando e influyendo en ellas.

Ptolomeo permitió a Alejandría tener un régimen político autónomo. También ordenó la construcción de la Biblioteca de Alejandría y el Faro de Alejandría. La población de la ciudad aumentó mucho, siendo habitada no solo por egipcios sino por muchas comunidades llegadas desde Judea (que había quedado bajo control griego) y otras regiones de la Hélade. Para la administración a lo largo de Egipto, Ptolomeo utilizó la ya existente estructura organizada por Alejandro, aunque introdujo algunas modificaciones, como el sistema de censos para aumentar la producción. 

Ptolomeo II, su sucesor, continuó y consolidó las reformas políticas y administrativas de su padre. Siguiendo la tradición egipcia, contrajo matrimonio con su hermana Arsíone, aunque esto no fuese para nada común en el mundo griego. Su esposa se desempeñó activamente como corregente, y tras su muerte ambos fueron venerados como dioses.  Ptolomeo II dispuso el traslado de la capital egipcia de Menfis a Alejandría. A partir de entonces esta ciudad se convirtió en un importante centro artístico, comercial e intelectual.

Ptolomeo III, sucesor de Ptolomeo II, se casó con Berenice de Cirene, en una estratégica unión que permitió a Egipto reanexarse dicho territorio. Continuó las políticas de consolidación de poder y la prosperidad Egipcia fue en aumento. Las campañas militares realizadas durante su reinado conllevaron importantes victorias sobre sus enemigos.

Tras el reinado de Ptolomeo III se desencadenó un período de declive caracterizado por gobiernos de monarcas mediocres, crisis sucesorias, ataques de pueblos enemigos y rebeliones internas de pueblos nativos no egipcios. A pesar de la decadencia, el equilibrio y la paz lograron mantenerse por un tiempo, hasta el final del período cuando comenzó a agudizarse la crisis. Tras la conquista de Grecia por parte de los romanos, Egipto como estado independiente fue cayendo poco a poco bajo una tutela indirecta de Roma, que a pesar de no tener un control efectivo sobre el territorio decidiría quién reinaba en Egipto en función de los intereses romanos.

Hacia el siglo I a.c., con la muerte del rey Ptolomeo XII Auletes, asumieron el trono designados por el difundo faraón sus hijos Ptolomeo XIII y Cleopatra VII, de diez y diecisiete años respectivamente. Ambos corregentes comenzaron a chocar pronto y Cleopatra, al llegarle el rumor de que su hermano conspiraba a sus espaldas para asesinarla, abandonó Alejandría con el objetivo de reunir un ejército y dar un golpe de estado.

Por entonces, Roma enfrentaba una guerra civil. Los caudillos más importantes, Julio César y Pompeyo luchaban por hacerse con el control de la República. Tras su derrota en la Batalla de Farsalia, Pompeyo huyó a Egipto. Allí, el gobierno egipcio lo asesinó para ganarse las simpatías de Julio César; pero cuando éste llegó a Egipto en busca de su enemigo se disgustó por la decisión de Ptolomeo XIII. Julio César no pretendía matar a Pompeyo, incluso barajaba la posibilidad de concederle el perdón. César pasó un tiempo en Egipto, alojado en el palacio real. Cleopatra decidió aprovechar la oportunidad para conseguir que el romano la ayudase en su causa. La leyenda cuenta que Cleopatra, que tenía muchos contactos en el palacio, pidió a una criada que la envolviese en una alfombra, para ingresar a escondidas en la habitación de Julio César. Una vez allí, ante la enorme sorpresa del general, Cleopatra usó todos sus encantos para seducirlo, con éxito. Era joven, exótica y hermosa, además de culta e inteligente. Sabía de política e historia y podía hablar nueve idiomas. 

Cabeza de Pompeyo - Período Helenístico - Egipto
Julio César, a su llegada a Egipto, es obsequiado con la cabeza de Pompeyo - Pintura de Giuseppe Sciuti

César propuso la posibilidad de una reconciliación entre los hermanos, que fue rechazada por Ptolomeo XIII. Éste resolvió atacar a los soldados romanos, que vencieron al ejército del faraón. Ptolomeo XIII murió en combate y Cleopatra fue coronada reina de Egipto en el 47 a.c. Julio César y Cleopatra pasaron varios meses juntos, y fruto de su relación nació su hijo Ptolomeo XV, también conocido como Cesarión. Cesar debió luego partir a Roma nuevamente. La relación entre éste y la reina de Egipto no fue bien vista por el Senado romano, y es posible que fuese una de las tantas razones que motivó el asesinato de César. La propia Cleopatra estaba de visita junto a Cesarión en Roma cuando el general fue asesinado. 

La muerte de Julio César desencadenó en Roma fuertes conflictos entre republicanos y cesaristas, siendo estos últimos encabezados por el sobrino de César, Marco Antonio. Durante las disputas, Cleopatra se mantuvo neutral, sin prestar ayuda o apoyo a ninguno de los bandos. Finalmente los cesaristas vencieron y se formó un Triunvirato formado por Marco Antonio, Octavio y Marco Emilio Lépido. Los tres se repartieron el gobierno del Imperio Romano. 

entrevista en tarso2 - Período Helenístico - Egipto
Antonio y Cleopatra, entrevista en Tarso - pintura de Lawrence Alma Tadema

Como gobernante de los territorios orientales, Marco Antonio solicitó un encuentro en Tarso con Cleopatra para exigirle una explicación por su falta de apoyo durante la guerra civil y probablemente humillarla por su actitud. La astuta Cleopatra decidió aprovechar la oportunidad para seducir a Marco Antonio, a quien consideraba el sucesor natural de Julio César. La reina preparó un espectacular en cuentro, como narra Plutarco: “remontó el río Cydnos en un barco con la popa de oro, las velas púrpura y los remos de plata […] Ella misma, tocada como se suele pintar a Afrodita, está tendida bajo una tienda bordada de oro y los niños, parecidos a los amores de los cuadros, la rodean abanicándola”. A pesar de estar casado en Roma con Flavia, su primera esposa, Marco Antonio sucumbió a los encantos de Cleopatra y se mudó a Egipto, donde pasarían un largo tiempo juntos. 

Ambos se enamoraron, dando inicio a una turbulenta relación que duraría en total catorce años y que se reflejaría en el nacimiento de tres hijos: los gemeos Alejandro Helios y Cleopatra Selene II, y el pequeño Ptolomeo Filadelfo. En medio de su relación, habiendo descuidado sus deberes como gobernante romano, Marco Antonio debió volver a Roma para casarse con Octavia, hermana de Otavio, como parte de un acuerdo planeado por este último para mantener el Triunvirato. Cuantro años depués, sin embargo, Marco Antonio repudió a su segunda esposa y regresó a Egipto para desposar a Cleopatra, a quien cedió Chipre, Fenicia y Creta, logrando que Egipto recobrase la gran extensión territorial de antaño. Los amantes llevaron juntos una vida de lujos y derroche.

Paralelamente, la relación entre Octavio y Marco Antonio fue empeorando de forma progresiva, y hacia el 37 a.c. el primero consideraba al segundo un enemigo de Roma. Octavio puso en marcha una campaña propagandística para deslegitimar a su enemigo, mostrándolo como un mero títere de la reina de Egipto, cuyas políticas dañaban los intereses romanos. Tras finalizar la vigencia del Triunvirato, Octavio destruyó la imagen de Marco Antonio con sus acusaciones ante el Senado romano, lo que derivó en la destitución de su rival y la declaración de guerra a Egipto.

El ejército de Marco Antonio era más numeroso que el de Octavio, pero lo hombres de Octavio estaban mejor entrenados. La Batalla de Accio en el 31 a.c. fue decisiva: durante la lucha, barcos de Octavio lograron situarse frente a la flota de Cleopatra, que no tuvo otra opción que huir. Marco Antonio fue inmediatamente tras ella, abandonando a sus hombres que perdieron la batalla. Esta fue la victoria final de Octavio, que hacia el 30 a.c. entraba en Alejandría. Derrotado, Marco Antonio se suicidó clavándose su propio cuchillo; algunos relatos cuentan que Antonio había recibido la falsa noticia de que Cleopatra estaba muerta, y por eso decidió terminar con su vida. Tras la muerte de Marco Antonio y la derrota egipcia, Cleopatra tuvo una entrevista con Octavio, en la que hizo un último esfuerzo desesperado por seducirlo y mejorar así las condiciones del acuerdo de paz. Una leyenda relata que Octavio no sucumbió a los encantos de la reina porque no le gustaba su nariz, lo que dio origen a un pintoresco dicho: “Si la nariz de Cleopatra hubiese sido más corta, la historia del mundo sería otra”. Previendo el final que le aguardaba, que implicaba desfilar humillada como prisionera en el Triunfo de Octavio, Cleopatra se quitó la vida, haciéndose morder por un áspid según la tradición egipcia.

Con la derrota de Marco Antonio y Cleopatra y la entrada de Octavio en Alejandría se pone fin a la historia del Antiguo Egipto como entidad independiente, pues a partir de aquí la región pasó a estar bajo la tutela de Roma.