Así, para el epicureísmo una vida feliz es sencilla, con buenas y sólidas amistades, sin tensiones o preocupaciones innecesarias y llena de pequeños e inofensivos placeres. Una vida tranquila y sin excesos, autártica, independiente, con la ataraxia (tranquilidad de ánimo) como valor fundamental. Esta visión es compartida por los estoicos. Epicuro consideraba que el conocimiento es inútil si éste no ayuda al hombre a ser feliz.
En cuanto a la existencia, los epicureístas sostienen que el universo es un mecanismo sin una finalidad concreta. No creen que nada intervenga en él. Los dioses pueden existir, pero no interfieren en los acontecimientos del mundo, que se desarrollan espontáneamente. De existir, los dioses no están interesados en la vida de los hombres, y por tanto es mejor que los hombres no se preocupen ni presten demasiada atención a los dioses. Esta creencia ha pasado a la historia como “La paradoja de Epicuro”.