Escepticismo

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La actitud escéptica comenzó a cultivarse ya desde el siglo V a.c., con sofistas como Georgias de Leontini (483-378 a.c.), quien aseguraba que nada existe y que en caso de existir no puede ser conocido, y si algo existe y puede ser conocido, no puede ser comunicado. Durante el período helenístico el exponente del escepticismo fue Pirrón de Elis (360-275 a.c.), a quien se atribuye la fundación de la doctrina escéptica. Este filósofo afirmaba que era posible vivir una vida feliz sin los valores morales tal y como habían sido concebidos en el pasado. 

En términos generales, el escepticismo se interesa por el dilema de nuestra relación con el mundo exterior, principalmente en lo que refiere a aquello que conocemos o podemos conocer de él. El escepticismo defiende la razón frente al irracionalismo organizado predominante en la sociedad. Critica el dogmatismo y la posibilidad del conocimiento absoluto. La palabra “escéptico” viene del griego skeptikoi (de skeptesthai que en griego significa examinar). Los escépticos nos invitan a dudar de todo lo que hemos aceptado como verdad y examinar las incoherencias y contradicciones en nuestras propias creencias.

Para los escépticos la verdad misma es una mentira pues no existe, y en caso de existir los humanos jamás podremos alcanzarla. El escepticismo defiende la duda y afirma que es imposible llegar a una verdad objetiva. Por tanto, todo lo que podemos saber proviene de la subjetividad de quien estudia u observa. Siguiendo esta línea, los escépticos proponen que únicamente podemos emitir opiniones y no juicios de verdad absoluta. A esta premisa de eliminación del juicio se la conoce como epojé (suspención del juicio). Así, un escéptico dirá “Siento calor” y jamás afirmará “Hace calor”, pues sabe que la realidad está distorsionada por su propia subjetividad.