Expansión de Macedonia: Filipo II y Alejandro Magno
Expansión de Macedonia: Filipo II y Alejandro Magno
Expansión de Macedonia: Filipo II y Alejandro Magno
Expansión macedónica: Las conquistas de Filipo II
Este período inicia con la conquista de Grecia a manos de Alejandro III de Macedonia, conocido más comúnmente como Alejandro Magno.
El reino de Macedonia era un estado ubicado al norte de la actual Grecia. Su origen es aún discutido (pudieron ser ilirios, tracios o dorios), pero se sabe que adoptaron prontamente las constumbres y religión griegas, y la dinastía monárquica que gobernaba se consideraba de linaje puramente griego. Su poder fue aumentando y hacia el siglo IV a.c., con Filipo II como rey, se había convertido ya en una verdadera potencia.
Aprovechando el momento de debilidad que atravesaban las polis de la Hélade, muy golpeadas por la guerra del Peloponeso y obedeciendo las tiránicas directrices de Esparta, Filipo II inició campañas para conquistarla. Hacia el 351 a.c. había logrado anexarse Crénidas, Metone y varias ciudades griegas en la costa del Mar Negro. Posteriormente el ejército macedonio avanzó hacia la península Calcídica, conquistando este territorio y las ciudades más orientales del río Hebro.
Solo tiempo después, cuando se vio lo suficientemente fuerte, Filipo II consiguió penetrar en Grecia central, haciéndose con el gobierno de Tesalia. Esto le valió un posición de poder en la Anfictonía de Delfos, permitiéndole influir en las decisiones políticas de Grecia. Las ambiciones de conquista de Filipo II eran grandes y Atenas, amenazada y sin la fuerza suficiente para enfrentar el poder macedonio, terminó solicitando la paz al rey de Macedonia. Dicha paz le reconocía a Filipo II la autoridad sobre todos los territorios anexados y establecía una alianza defensiva.
Hacia el 343 a.c. Filipo II firmó un tratado con el rey persa Antajerjes III por el que los macedonios extendían su poder sobre el reino tracio. Mientras tanto en Atenas un prestigioso orador llamado Demóstenes calificaba a los macedonios de bárbaros y advertía sobre los peligros de continuar permitiendo su expansión. En sus famosas Filípicas, este orador y político incitaba la enemistad entre Macedonia y Atenas. Las conquistas de Filipo II en la región de los estrechos griegos, que le daban a esta potencia una posición muy esratégica, aumentó la preocupación de Atenas. Conducidos por Demóstenes y aliados con Tebas, los atenienses declarararon la guerra a Macedonia en el 340 a.c. A pesar de los esfuerzos de las polis, el ejército de Filipo logró vencerlas definitivamente en la batalla de Queronea hacia el 338 a.c.. En este enfrentamiento Alejandro, hijo de Filipo, con 18 años llevó a cabo su primera acción militar, comandando a 1800 jinetes.
A pesar de salir victorioso, el rey Filipo mostró temple y sabiduría al no humillar a los vencidos. Terminó de consolidar su hegemonía sobre la Hélade con la conformación de la Liga de Corinto en el 337 a.c., que estaba integrada por todas las polis griegas con excepción de Esparta. Dirigida por Filipo II, la Liga de Corinto garantizaba la paz y estabilidad de las ciudades griegas y les permitía gran autonomía interna. Era asimismo una alianza militar para la campaña de conquista contra el Imperio Persa que estaba siendo planeada.
Inesperadamente en el año 337 a.c., mientras se celebraban las fiestas Egeas en conmemoración de la boda de su hijo, Filipo fue asesinado en pleno teatro por uno de sus guardaespaldas. Al día de hoy no se conocen a ciencia los motivos de la repentina agresión. A su muerte asumió el trono su hijo Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno.
El Imperio de Alejandro Magno
Hijo de Filipo II de Macedonia y su esposa Olimpia de Epiro, ya desde pequeño recibió una excelsa educación, a cargo de los más prestigiosos eruditos de la época. Con 13 años su educación pasó a estar bajo la tutela del filósofo Aristóteles, quien cultivó el gusto de Alejandro por la espiritualidad, la lírica, la tragedia y las epopeyas griegas. Alejandro admiraba mucho la cultura griega y le fascinaba la Ilíada. Se dice que siempre llevaba consigo un ejemplar de ella, pues era su guía de doctrina militar.
Alejandro fue un excelente político, estratega y guerrero, pero también supo ser despiadado y frío si consideraba que así lo requería la situación. Al asumir el trono con 20 años, preocupado por las conspiraciones palaciegas que se habían llevado la vida de su padre e intentando eliminar cualquier peligro contra su autoridad, dispuso la ejecución de Cleopatra, segunda esposa de su padre, de su pequeño hijo, de otro de sus medios hermanos y de uno de sus primos. Las conspiraciones urdidas en la corte habían acabado con la vida de varios reyes y personajes influyentes y Alejandro no estaba dispuesto a correr ningún riesgo.
Al asumir el trono, hubo mucha propaganda adversa a Alejandro a lo largo y ancho de Grecia, y sobre todo en Atenas, donde el entorno de los políticos y oradores Demóstenes, Hipérides y Démades se mostraban abiertamente en su contra. La ejecución del historiador Clístenes, acusado sin pruebas de planear una conspiración contra Alejandro, le valió al rey el repudio de su antiguo tutor Aristóteles, quien era tío de Clístenes.
La muerte de Filipo II supuso que algunas polis griegas, controladas indirectamente por Macedonia a través de la Liga de Corinto, se rebelasen contra el flamante rey Alejandro. Se creía que la conspiración que llevó a la muerte a Filipo era un signo de la debilidad de la monarquía macedónica. Sin embargo, Alejandro logró contener los alzamientos y recuperó el control del territorio. Mediante estrategias diplomáticas consiguió reestablecer la hegemonía de Macedonia en toda la Hélade.
Una vez asegurado el control sobre el territorio griego y el sudeste europeo, Alejandro dejó a cargo de la región a Antípatro, su general más leal que ya había servido fielmente a su padre. Con sus dominios en manos de un hombre de confianza, Alejandro partió hacia Asia Menor para conquistar el Imperio Persa Aqueménida. Además de liberar las ciudades griegas sometidas por los persas, uno de los principales motivos de semejante campaña fue la necesidad de buscar un enemigo externo en común que permitiese consolidar la unidad griega bajo dominio de Macedonia. Los persas eran muy superiores en número, pero las filas griegas estaban inteligentemente conformadas por hombres capacitados y generales expertos y leales. Esto, sumado a la excelente habilidad como estratega del propio Alejandro, hizo que los griegos ganaran batalla tras batalla.
Alejandro consiguió anexarse las polis griegas de Asia Menor y antes ellas se presentó como un liberador del yugo persa. Instauró en estas ciudades sistemas aparentemente democráticos, aunque estaban en última instancia sometidos al control del Alejandro. Posteriormente el ejército griego continuó su marcha hacia Siria, donde Alejandro se enfrentó directamente con el rey aqueménida Darío III. Lo derrotó y se apoderó del campamento donde estaba la familia de Darío, tomando a su madre, esposa e hijos como prisioneros. Se hizo con el control de la región sirio-palestina, dejando al Imperio Persa sin salida al mar.
Tras algunas negociaciones, Alejandro devolvió su familia a Darío, pero rechazó las propuestas de paz del rey persa. Determinado a hacerse con el control de todo el Imperio Aqueménida, Alejandró consolidó la conquista de toda Palestina y avanzó con su ejército hacia Egipto. Allí encontró muy poca resistencia y venció sin dificultades al sátrapa gobernante. Los egipcios lo recibieron como un libertador y en Menfis fue investido como faraón. Durante el tiempo que pasó en Egipto, fundó la ciudad de Alejandría. Posteriormente, los sacerdotes del santuario de Amón lo proclamaron “hijo de Amón”. Por aquel entonces el dios Amón era ya identificado comúnmente por los griegos con el dios Zeus. Por tanto, ser hijo de Amón legitimaba su propia ascendencia divina como descendiente de la dinastia argéada a la que pertenecía el hijo de Zeus, Heracles (llamado posteriormente Hércules por los romanos).
Tras un breve período de tiempo en Egipto, en el 331 a.c. Alejandro continuó la marcha hacia Mesopotamia. En la decisiva batalla de Gaugamela los griegos vencieron al ejército de Darío III. La caótica retirada de los persas dejó indefensa la zona, permitiendo a Alejandro hacerse fácilmente con el control de centros vitales como Babilonia, Susa, Persépolis y Pasargada.
Mientras Alejandro preparaba su ejército para continuar las expediciones, en el Imperio Persa Darío III fue derrocado por Bessos, el sátrapa gobernante de la región de Bactriana, que se autoproclamó soberano con el nombre de Antajerjes V. También ordenó la ejecución de Darío. Alejandro y su ejército llegaron al campamento donde se encontraban Bessos y sus secuaces, quienes huyeron dejando allí el cuerpo moribundo del recién apuñalado Darío. En sus últimos instantes de vida, Darío agradeció la ayuda del destacamento macedonio que intentó socorrerlo. Según las historias que han llegado a nuestros días, Alejandro lloró al ver el cadáver de su antiguo enemigo y lo cubrió con un mando, exclamando: “No era esto lo que yo pretendía”. El rey de Macedonia envió el cuerpo de Darío a su madre y dispuso su sepultura con los debidos honores en la tumba de Persépolis. Se adjudicó el deber de destronar al usurpador del trono persa, lo que también intentaba justificar su condición como el legítimo sucesor de Darío III. En Oriente, Alejandro logró someter las regiones de Irán, Drangiana, Aracosia y algunas zonas más de Asia Central. Mientras tanto, Bessos fue capturado por los hombres de Alejandro y ejecutado.
Alejandro continuó su marcha hacia la India, conquistando la región del Punjab. Sin embargo, con su ejército y él mismo ya agotados, dispuso el regreso. Tras emprender la vuelta llegaron a Babilonia, que fue convertida en capital del Imperio de Alejandro. Su plan era preparar desde allí una expedición para someter la región de Arabia. Sin embargo, tal campaña nunca pudo llevarse a cabo, pues Alejandro murió en junio del 323 a.c., víctima de una terrible fiebre producto probablemente de heridas anteriores y males crónicos mal curados.
A su muerte y sin haber dejado herederos, el Imperio construido por Alejandro fue dividido para su gobierno entre los generales y oficiales más destacados de la campaña persa. La muerte de Alejandro dio inicio al Período Helenístico de la Antigua Grecia.
Alejandro Magno: sexualidad, matrimonio y amistades
Se dice que Alejandro, más que conquistar el mundo, aspiraba a unir Oriente y Occidente, forjando un imperio armonioso. Las ciudades que conquistó se convirtieron en centros de circulación y cultura. Él expandió por el mundo antiguo el pensamiento y la lengua griegas, que se fusionaron con las culturas de los lugares conquistados. Un pintoresco relato sobre la vida de Alejandro sirve como ejemplo de tal visión de mundo. Todas las fuentes clásicas afirman que se dio un encuentro entre Alejandro y las amazonas, un pueblo mitológico de mujeres guerreras, que vivían en una sociedad matriarcal al sur del Mar Caspio. Según se cuenta, el rey de Macedonia recibió una visita de la reina amazona Talestis, escoltada por una comitiva de 300 guerreras, a quienes Alejandro describió como muy hermosas y fuertes. La reina le propuso engendrar hijos, para tener de esta manera herederas de estirpe guerrera y noble. Según relata el historiador romano Curcio Ruffo, Alejandro aceptó sin oponer demasiada resistencia. Si bien se sabe que este tipo de ritos místicos sexuales eran comunes en la Antigüedad, la veracidad de esta historia en particular es dudosa. A pesar de esto, sigue siendo un buen reflejo del espíritu de fusión cultural que caracterizaba a Alejandro. Él pretendía abolir las diferencias entre conquistadores y conquistados, mezclando los pueblos para crear así culturas más ricas, por lo que promovía mucho los matrimonios y uniones mixtas. De hecho, el mismo Alejandro se casó con varias princesas persas: Roxana, hija de un sátrapa de Bactriana; Barsine-Estatira, hija de Darío III; y Parisátide, hija del rey Antajerjes III Oco.
Además de esposas, Alejandro tuvo muchas concubinas. Una de las más célebres fue Campaspe, una joven que se describe como extremadamente bella. Alejandro pidió a su pintor preferido, Apeles, que retratase a Campaspe. Alejandro sentía respeto y afecto por Apeles, e incluso se sometía a sus órdenes y exigencias en materia artística. Según cuenta la historia, al ver el desnudo de Campaspe terminado, Alejandro concluyó que Apeles amaba a la muchacha más que él mismo, por lo que se quedó con el cuadro y permitió a Apeles desposar a Campaspe.
A pesar de todo lo anterior, se considera que la persona por la que Alejandro sintió mayor afecto fue su gran amigo, estratega y comandante, Hefesión, a quien conocía desde la niñez pues ambos crecieron y fueron educados en la misma corte. Algunos historiadores han sugerido la posibilidad de que ambos fueran amantes, aunque no existen pruebas de ello y ningún escrito griego lo expresa directamente. En este punto, vale aclarar que el concepto de homosexualidad no existía en la Antigüedad: la atracción sexual entre hombres era vista como algo común y parte de la naturaleza humana, pues según esta visión la atracción se daba por la belleza, que solía ir unida a la juventud, independientemente del sexo. Se dice que Hefestión era hermoso y con un cuerpo imponente, y que en ocasiones fue confundido con el mismo Alejandro Magno. Esto fue lo que le ocurrió a la familia de Darío III cuando Alejandro fue a conocerlos tras haberlos capturado, acompañado de su fiel compañero.
Fuentes
- Guerrard, M. (2011). Grecia: Libro del viajero de National Geographic. Buenos Aires: Clarín
- https://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/alejandro-magno/
- https://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Magno
- https://historia.nationalgeographic.com.es/a/muerte-alejandro-magno-mayor-conquistador-historia_14363/3