Entre el siglo IV y el III a.c. fue ganando cada vez más peso la doctrina filosófica del cinismo. En términos generales, se trata de una reinterpretación de las enseñanzas socráticas, y entiende que la civilización y la forma de vida que ésta promueve son un mal. Para los cínicos la felicidad se logra viviendo una vida simple y acorde a la naturaleza; cuando el hombre conquista su autonomía y logra ser verdaderamente dueño de sí mismo logra ser feliz, pues lleva en su interior todos los elementos necesarios para lograr el buen vivir. Por este motivo, los cínicos desprecian las riquezas y cualquier forma de preocupación que esté ligada a lo material. Para ellos, el hombre con menos necesidades tiene más posibilidades de alcanzar la felicidad y la libertad. El concepto de libertad es fundamental para el cinismo, pues la felicidad está íntimamente ligada a ella. La libertad implica no tener ataduras, y lo material siempre implica estar atado a algo por fuera de uno mismo. La obsesión de los hombres por la riqueza los ha cegado, y no les deja ver que a fin de cuentas terminan siendoesclavos de sus propios bienes.
El fundador de la escuela cínica fue Antístenes, un discípulo de Sócrates que vivió hacia el siglo V a.c. Fue uno de los presentes durante los últimos momentos de vida de su maestro y quedó sumamente impactado por la imperturbabilidad de Sócrates ante la muerte. Concluyó que esa capacidad de autogobierno que vio en su mentor era clave para alcanzar la verdadera felicidad y el buen vivir. Tal autarquía iba de la mano con una mente que no se preocupaba por superficialidades ni cosas fútiles, sino únicamente por aquello que es escencial. El nombre de esta corriente filosófica se debe al lugar donde se reunían Antístenes y sus seguidores, un gimnasio llamado Cinosarges, que quiere decir “perro blanco o veloz”. Curiosamente, la figura del perro sería adoptada por los cínicos como un símbolo representativo de su filosofía y forma de vida. El perro es un animal admirable por su frugalidad y simplicidad. Asimismo, es capaz de lanzar a alguien un tarascón para llamar su atención: de igual forma, los cínicos podían lanzar comentarios hirientes o burlones para llamar la atención de alguien y lograr que reflexione o despierte su consciencia. Es en la tristeza, en la molestia o la incomodidad cuando uno se da cuenta de que hay algo que está haciendo mal, y solo al hacerte consciente de tus fallas es que puedes cambiar realmente.
A pesar de ser Antístenes su fundador, sin dudas el más famoso pensador de esta escuela fue Diógenes de Sínope. Expatriado de su ciudad natal por falsificar monedas, Diógenes se trasladó a Atenas, donde conoció a Antístenes, cuyas ideas adoptó. Diógenes era un personaje muy particular: vivía en una bañera, que junto a un morral, un andrajoso manto y un bastón era su única propiedad. Diógenes solía decir que los humanos debían aprender de los ratones, que necesitan muy poco para ser felices y viven sin preocupación alguna. Platón, que fue contemporáneo de este cínico, afirmaba que Diógenes era Sócrates enloquecido.
Diógenes no era moderado en sus palabras. Como la mayoría de los cínicos, buscaba lograr un verdadero impacto a través de una verbalidad violenta. Consideraba que solo mediante el choque podía generarse una conmoción suficiente en el interlocutor que permitiese un cambio de mentalidad. Una de las anécdotas más célebres sobre este sabio cuenta cómo un anciano Diógenes, a esas alturas ya muy conocido y respetado como filósofo, recibió un día una visita del gran Alejandro Magno. Tras presentarse, el admirado rey de Macedonia quiso mostrar a Diógenes su generosidad, por lo que le ofreció pedir cualquier cosa que quisiera y él se lo daría. La respuesta del anciano filósofo sorprendió mucho a Alejandro, pues Diógenes tan solo pidió una cosa: “¿Te puedes correr? Me estás tapando el sol”. Alejandro, que era también un pensador, pudo comprender la profunda sabiduría de aquellas palabras, y exclamó: “¡Si no fuera yo Alejandro, quisiera ser Diógenes”. A pesar de tener Alejandro un enorme poder sobre los demás, Diógenes tenía algo aún más valioso: poder sobre sí mismo.
Mujeres filósofas: Hiparquia
Hiparquia, una de las primeras mujeres filósofas de la historia, fue cínica. Esta muchacha se reunía con otros filósofos, expresaba sus opiniones, escribía y plasmaba sus pensamientos. En una época donde la mujer estaba destinada a recluirse en el hogar y no inmiscuirse jamás en política o ciencia, el accionar de Hiparquia era sin duda revolucionario. Existían quienes no veían esto con buenos ojos e incluso se burlaban de ella. Ha llegado a nuestros días una interesante anécdota al respecto. Se cuenta que un día otro filósofo, conocido como Teodoro el ateo, le dijó a Hiparquia en tono burlón que ella debería estar dedicándose a las telas, a tejer y a las labores de mujeres. La joven, con tan solo quince años, le contestó: “¿Te parece por ventura, que he mirado poco por mí en dar a las ciencias el tiempo que había de gastar en tela?”. Molesto, como respuesta Teodoro le arrancó de un tirón el vestido, pero Hiparquia ni siquiera se inmutó, dando con su acción una verdadera lección de imperturbabilidad cínica.